martes, 23 de julio de 2013

Los chicos crecen...


Sus corazones galopan junto al de su madre, la magia de la vida se abre camino.

Juntan fuerzas y aletean sus manos y pies avisando a su mamá, ya falta poco para verla.

Dan su primer grito estrenándose en este mundo y no paran de llorar: de miedo, de alegría, de amor, de las mil formas humanas en  las que se manifiesta el llanto.

Reciben el pecho de su madre con avidez porque de él fluye el amor y el alimento.

Dejan que su cordón caiga y con ello que comience el maravilloso y largo camino de ir independizándose.

Se esfuerzan por comunicarse con nosotros con su  unica pero eficaz herramienta, el bendito llanto, para alertarnos que ellos QUIEREN: tienen frío, hambre, aburrimiento, quieren a mama, a papa, quieren besos, abrazos, quieren dormir, ser mecidos.

Esbozan su primer sonrisa y nos desmayamos de amor.

Quieren demostrarnos que aprenden y hasta repiten las incoherencias que les enseñamos diciendo: AJÓ.

Nos demuestran todo lo que nos aman y dicen: MAMÁ, PAPÁ, mientras, nosotros, somos un mar de lagrimas.

Investigan, descubren, curiosean y de repente vemos a Einstein en un futuro lejano al ver como hacen girar la rueda de un juguete.

Quieren estar cerca nuestro siempre y un día una cabecita choca con nuestras piernas; se largaron a gatear.

Como si esto fuera poco van por mas, sin darnos cuenta la casa se transforma en un speeding race.

Quieren imitarnos para decirnos que somos sus idolos y hacen una genialidad: se llevan una cuchara a la boca (aunque esté dada vuelta!).

Y nos buscan, siempre nos buscan: para jugar, para que los acompañemos en sus alegrías y desaciertos, para que los abracemos y consolemos, para que les mostrémos el camino, para que los guiemos, en fin…. para seguir creciendo.

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